S.O.S ... CAMPESINOS EN VÍA DE EXTINCIÓN
Por: Guillermo Torres Mojica
El tema de la biodiversidad se ha vuelto moda. Muchas conferencias, encuentros, simposios, festivales y eventos alrededor de un tema trascendental para la vida en sí misma.
De ésta dependen todos los servicios ambientales utilizados por el ser humano y es de ella (la biodiversidad) donde se extractan la mayoría de las medicinas y las materias primas para un sin número de productos vitales para la sociedad contemporánea.
Miles de millones de pesos se invierten anualmente en estas y muchas otras actividades relacionadas con el tema y muchos son los científicos dedicados a profundizar en esta materia tan importante.
Sin embargo toda esa atención e inversiones económicas contrastan con la poca atención que acapara uno de los elementos fundamentales para la supervivencia de todos nosotros, los campesinos. Estos compatriotas que se encuentran relegados en nuestra pirámide social y que han sido abandonados a su suerte por parte de todos los gobiernos, se encuentran en un estado crítico de supervivencia y amenazados a desaparecer, víctimas de erráticas políticas económicas y sociales.
A partir de la apresurada apertura económica de los noventas, cuando se abrieron los mercados a la importación de alimentos, no se tuvieron en cuenta los males que les vendrían a nuestros campesinos al ser obligados por las circunstancias a competir deslealmente contra los producidos en los países desarrollados donde son subsidiados en más del 50% por el Estado.
A partir de ese momento se inició la pérdida de identidad campesina, su migración a las grandes urbes, la pérdida irremediable de las semillas (material genético) que por siglos fueron mejoradas en las diferentes regiones. En Villa de Leyva se suma también la presión urbanizadora del territorio para la recreación y el turismo, con sus consecuencias directas; el alza de los impuestos y la ocupación de los suelos productivos para otras actividades diferentes a la de producción de alimentos.
Hoy en día, poco a poco vemos desaparecer esos trajes de colores, las alpargatas, los pañolones, las ruanas y sombreros que antaño transitaban las calles de la Villa. En la ciudad lejos de su “tierrita”, llegan a engrosar las filas de los desempleados, teniendo que entregar su dignidad a todas las nuevas versiones de la esclavitud civilizada.
Lamentable e inevitablemente con el abandono de los campesinos de sus tierras y su cultura, el país pierde su identidad, aumenta su dependencia, pierde la biodiversidad de sus productos naturales, y pone en riesgo la seguridad alimenticia de todos los colombianos al quedar en manos de los ambiciosos importadores de alimentos quienes son los directamente beneficiados.
Por todo lo anterior debemos emprender urgentemente medidas para mitigar este peligro de extinción de nuestros campesinos. El campo debe ser rentable para sus cultores y socialmente viable para sus habitantes. Todo el legado ancestral de nuestros productos naturales, de nuestros frutos de la tierra, de la cultura que representan, son de un valor enorme y tienen que ser recuperados y defendidos por todos, puesto que allí están nuestras verdaderas raíces genéticas y culturales.
Artesanías, frutos y alimentos raizales, cultivos orgánicos, gastronomía local son fortalezas que pueden ayudar. Pero lo más importante es la dignidad. Buena vivienda campesina, buenas vías secundarias y terciarias, buena educación, buena atención en salud y protección a los niños y jóvenes de todas las veredas. Crédito barato y sin riesgo, cooperativas de insumos, asesoría en mercadeo, turismo rural, son algunas de las estrategias recomendadas para detener la migración de los campesinos a los sectores urbanos.
Si algún deber tenemos todos los que nos jactamos de ser “ambientalistas”, sensibles a toda la problemática de la pérdida de la biodiversidad, los derechos humanos, la defensa de la vida y todas esos postulados posmodernos, es comenzar por la recuperación, defensa y protección de nuestros campesinos.

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