HUELLA, EL PERIÓDICO DE VILLA DE LEYVA - DICIEMBRE 2017







 


 UN AÑO EN PAZ
Por Guillermo Torres Mojica
Pertenezco a una generación que nació en la más sangrienta, sucia y espantosa de las guerras. Testigo de las más terribles masacres, los atentados más cobardes, de los secuestros más espantosos y crueles, de los hechos de guerra más perversos, tal vez, de la humanidad. Guerra que ha producido más de 8 millones de desplazados, más de 300 mil muertes y decenas de miles de desaparecidos. Que de paso ha producido un innumerable e incontable número de víctimas de todos los estratos, de todas las razas y de todos los sexos. Guerra que ha destrozado el tejido social y volvió un infierno el solo hecho de existir . Guerra que sembró el miedo en el corazón y en la piel de todos los ciudadanos hasta llegar al extremo de desbaratar familias enteras en una polarización absurda e implacable. Guerra que ha consumido anualmente casi lo equivalente al presupuesto nacional, alimentando a los grandes halcones, socios de los grandes fabricantes de armas. Guerra que aliada al narcotráfico ha corrompido todos las instituciones e impuesto una dictadura silenciosa de las grandes mafias de todos los pelambres. Guerra infame e inhumana que ha silenciado todo debate, toda intención de ejercer una verdadera democracia. Guerra que nos volvió esclavos de los poderes oscuros que campean soberbios ante nuestros ojos, vigilan nuestros movimientos y pervierten toda libertad de movimiento, expresión y comportamiento. Guerra que prostituyó todo el cuerpo social y el institucional sin ningún reparo dejando secuelas y pérdidas multimillonarias en las finanzas del estado. Guerra también extendida contra la vida y la naturaleza, con patente de corzo para destruir bosques y mutilar la biodiversidad. En fin una terrible guerra que nos volvió insensibles a la maldad, a la muerte, a la violación y al delito.
Por todo lo anterior, pertenezco a una generación que nadando contra la corriente, ha anhelado la paz desde siempre. Que ha ensoñado otro país posible, donde las diferencias se diriman en el pacífico campo del sano debate y los argumentos. Donde el respeto, la tolerancia y la convivencia en paz sean el principio y fin de nuestra existencia, la cual la consideramos venturosa. Amantes de la vida, de la poesía, de la esperanza, del arco iris de la diversidad y la sana diferencia. Una generación declarada en resistencia no violenta, a todas las opresiones del cuerpo, el intelecto y el espíritu. La generación sin nombre, la calificaron en el campo de la literatura. La generación perdida en el anonimato de su propia invisibilidad, ante semejante amenaza.
Fueron más de 50 años, mientras contemplábamos con el esparadrapo en la boca la danza multimillonaria de la corrupción, camuflada y escondida detrás de las nubes de humo de la guerra. Mientras veíamos como el estado era cooptado por dinastías siniestras, amos y señores de todas las instancias, de todas las instituciones, con el descaro y soberbia de esa nueva clase ascendente. Mientras contemplábamos como las clases pobres se degradaban hacia la pobreza absoluta, las medias se proletizaban y las altas se encumbraban sin ningún reparo. Una brecha insalvable se abría, mientras se feriaba el país al mejor postor, mientras era entregado a las grandes corporaciones con tratados leoninos a favor de los poderes financieros globales. Mientras se arruinaba el campo y de paso se exterminaba a los sufridos campesinos. En fin, una guerra declarada contra nosotros, contra los de a pie, contra todos los que de alguna manera representábamos a las mayorías silenciosas, estropeadas por las drogas mediáticas y el alcoholismo legalizado. Una guerra fratricida que casi acaba con todo lo que representa el pueblo, el común, los comunes y corrientes.
Y así, cuando menos lo imaginábamos, cuando la esperanza se acababa, cuando la resignación era impuesta de por vida, se aparece la paz. Si, se aparece, de pronto, cuando menos lo esperábamos, y de manos de quien menos la esperábamos. Al principio el escepticismo, una mesa que parecía eterna; después, la sorpresa, la esperanza, el cese de fuego, el estupor, el pálpito; finalmente el milagro, la firma, el tratado. Después la lucha parlamentaria, el riesgo, la pelea  cuerpo a cuerpo contra las fuerzas oscuras, contra la desesperanza, contra los partidarios de la muerte, contra los vampiros consuetudinarios, cebados con el sufrimiento y el dolor. Día a día, debate a debate, fue poco a poco la paz ganando su espacio. Contra los  vientos y mareas de la intolerancia, del odio, de la envidia. Pero pese a todo, esa inocente paloma, convertida en águila para su defensa, logra traspasar el umbral de la historia para hacerse realidad, para quedarse, para iniciar el 2018 con la fuerza necesaria para continuar afirmando la vida contra la muerte.  Entonces se iniciarán los nuevos procesos que han de superar todas las fuerzas del mal, las cuales, exhaustas y rodeadas por la férrea voluntad de un gobierno que se la jugó por completo por la paz, conseguirá romper la inercia de un destino de muerte y desesperanza.
Pese a todos los avatares siniestros,el primer año de la paz quedará gravado en la historia de Colombia y del mundo que nos observa atento y expectante, como el comienzo de una nueva era inédita, donde nuestros descendientes podrán disfrutar de otra Colombia, de un nuevo sueño por construir, de un país con todos los recursos, naturales y humanos para encumbrarnos hacia la prosperidad, la convivencia, el bienesta y la merecida felicidad para el cuerpo social. Viva la Paz, celebremos la paz, vivamos en paz… construyamos la PAZ. Feliz Navidad 2017 y más feliz año 2018. 


 


15.364 científicos  de 184 países del mundo incluidos los premio Nobel que se encuentran vivos, emitieron un documento de alerta para convocar seriamente a la humanidad hacia las transformaciones urgentes requeridas con el fin de evitar un desastre irreversible por el daño producido al planeta. 
En el documento invitan a priorizar la protección, recuperación y promulgación de grandes reservas nativas; a priorizar la educación ambiental, el aprecio de la sociedad por la naturaleza y la conciencia para disminuir el exceso en las tasas de nacimiento humanos con educación para la procreación; dirigir la inversión hacia la protección ambiental; incentivar el uso de energías limpias renovables y desestimular el uso de combustibles fósiles; disminuir el consumo de proteína animal e incentivar la alimentación con especies vegetales entre otras.

Destacan la necesidad de la presión de la sociedad civil y del compromiso político e institucional con estas transformaciones, así como el análisis de cambios personales de consumo y comportamiento de cada quien en su vida cotidiana.
Los firmantes del documento concluyen:
 “Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de la actual trayectoria que nos lleva al fracaso y nos estamos quedando sin tiempo. Debemos reconocer, en nuestras vidas diarias y en nuestras instituciones de gobierno, que la Tierra con toda su vida es nuestro único hogar."

 
Lea el documento completo (versión original en inglés) en: http://www.irec.es/wp-content/uploads/2017/11/BioSceince-2017_Worning-to-humanity.pdf  
Traducción al español en: http://www.hermanosdelatierra.org.ar/download/Comunidad-Cientifica-Mundial-a-la-Humanidad.pdf












 





















 




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