Arte

SEK PALTA :
“Una obra más para el espíritu que para el ojo”


Soy un canalizador de la obra de la naturaleza. Pinto para armonizar los espacios y el espíritu del ser que la contempla.”

Sek Palta, nació en las montañas del Cauca, en el resguardo de la Mina en Cambaló. Desde su temprana infancia fue victima de la violencia hacia las comunidades indígenas y le tocó migrar hacia Popayán y posteriormente a Cali. Allí se formó como artista plástico en la Academia eso si sin dejar de mantener comunicación permanente con su comunidad. En ella desde hace varios años realiza actividades con los niños y jóvenes siendo en la actualidad secretario mayor del cabildo.
Desde niño sintió su inclinación hacia el arte, en especial hacia el abstracto, debido a que en su comunidad lo simbólico ha sido la manera lógica de interpretar los planos espirituales desde tiempos milenarios.
Por esto en su obra encontramos algunos de esos símbolos, a veces evidentes otras entreverados en el contexto general de su pintura. La cosmogonía de sus ancestros está presente, quienes en sueños dirigen su obra, indicándole la trascendencia de lo humano hacia las esferas superiores.
En cuanto a la técnica utilizada en su pintura, Sek se ha dedicado a recorrer los lugares donde han ocurrido, desplazamientos, masacres de indígenas y campesinos. Allí recoge tierra de estos sitios, después la limpia y la ritualiza, quitándole todas las influencias negativas para utilizarlas como base de su creación. Junto con tinturas de plantas y vegetales y utilizando como fijador el látex natural sobre el lienzo de algodón.
Todo el contexto, la recolección y preparación de los materiales y la creación en si misma se sintonizan con los ciclos naturales de la luna y el sol para cargar de armonía y fuerza natural a la obra. De tal manera que ésta no es un objeto simplemente sino que se convierte en un elemento armonizador y sanador de los espacios donde habita.
No es una obra para la vanidad o el placer visual, es para tocar el espíritu y llevarlo a los territorios de la vida y la muerte, el eterno ciclo de los seres vivos. También apunta a concienciar a su público de la injusta y dolorosa situación de las comunidades indígenas ante el atropello de los conquistadores, terratenientes, paramilitares y guerrilla. El olvido al cual están sometidos, sus víctimas, sus luchas y sus esperanzas.
Cuando el espectador llega a la obra no puede evitar quedar atrapado ante la magia y el poder de las pinturas, siente su latido orgánico, su mensaje milenario, la presencia de nuestras raíces más profundas. A veces es un canto, otras un grito, pero en el fondo la infinita paz del conocimiento profundo de los misterios de la madre tierra, los ciclos, los ritmos silenciosos de la vida y de la muerte.

Mateo Medina:
ARTE SIN PERMISO

Hace once años Mateo recibió un regalo que marcaría su destino.
Una famosa pintora quien por enfermedad tuvo que olvidar su oficio le cedió todos sus materiales y equipos. Lienzos, marcos, oleos, pinceles y espátulas y toda la parafernalia de la pintora fueron a parar a las manos ya inquietas de Mateo, quien desde siempre no ha parado de investigar, hablar, vender y producir arte.
Desde su niñez y viendo el modelo de su abuela Gabriela Samper (pionera y una de las protagonistas más importantes de la cinematografía femenina en Colombia), Mateo tuvo contacto directo y estuvo muy cerca de los grandes pintores y maestros del arte contemporáneo. En el estudio de su abuelo boyacense el escritor, académico y periodista Enrique Medina Florez ha sido guía en la historia del arte y la literatura estimulándolo siempre por esos caminos.
En su búsqueda y aprendizaje de las técnicas pasó por los talleres de varios pintores como, Layo Rodríguez y Hernan Villarta. Una vez preparado con los elementos fundamentales de la pintura, inicia una apasionada exploración de las técnicas aprendidas. Pasan varios años donde combina la venta de arte con su ejercicio de pintor, conociendo y tratando a muchos pintores.
Hace cuatro años irrumpe en el ambiente artístico villaleyvano donde por tradición es y ha sido sede de muchos pintores. Se ubica en el Centro Comercial la Guaca de la calle caliente donde planta sus banderas y lanza su atrevida propuesta sin temor y a los cuatro vientos.
Sus pinturas como por arte de magia comienzan a tener una gran aceptación, sobretodo entre el público joven, que encuentra en la irreverencia, frescura y precio de sus cuadros, la posibilidad de adornar sus apartamentos y oficinas citadinas. La resonancia es fuerte con su público.
Manchas caprichosas sobre lienzos limpios y blancos de gran formato, barracudas y ambientes marinos, paisajes delineados y composiciones de bodegones donde combina la línea suelta de los objetos, para llenar con color solamente algunas de las superficies, cuando apreciamos su obra no podemos de dejar de pensar en Kandinsky y Miró, sus maestros preferidos.
Mucha fuerza, mucha pasión, mucha rebeldía en esos lienzos que produce frenéticamente en su taller mientras desarrolla en la acción la certeza de su expresión y su talento. Finalmente, Mateo Medina sabe lo que hace y para quién
lo hace, sin pedir permiso.

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